El origen exacto de este proverbio es incierto, pero se ha utilizado de diversas formas a lo largo de la historia. Una de las primeras referencias conocidas a una idea similar se puede encontrar en los escritos del filósofo romano Séneca el Joven (4 a. C. - 65 d. C.). En su obra "Epistulae Morales ad Lucilium" (Cartas morales a Lucilio), Séneca escribió:"Fumum esse, ubi ignis non sit, non potest". Esto se traduce como "No puede haber humo donde no hay fuego".
Otra fuente potencial del proverbio es la Biblia. En el Libro de Proverbios hay un versículo que dice:"No hay humo sin fuego, ni palabras sin verdad". (Proverbios 16:28)
En los tiempos modernos, el proverbio "Donde hay humo, hay fuego" se usa comúnmente en una variedad de contextos. A menudo se emplea en procedimientos legales, donde sugiere que la presencia de pruebas circunstanciales puede indicar la culpabilidad de una persona acusada. También se utiliza en el lenguaje cotidiano para expresar la idea de que los rumores o sospechas suelen tener una base, incluso si faltan pruebas concretas.