En la tradición cristiana, el término "demonio" llegó a usarse específicamente para los espíritus malignos o ángeles caídos que se oponían a Dios y tentaban a los humanos a pecar. Este uso fue influenciado por la Biblia hebrea, en la que la palabra "shedim" se usaba para referirse a espíritus malévolos.
En el uso moderno, la palabra "demonio" se usa a menudo para referirse a cualquier espíritu o fuerza maligno o dañino, ya sea de naturaleza religiosa o psicológica.